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Contra la criminalización de los movimientos sociales

En los últimos tiempos estamos asistiendo a un ajuste de las políticas de orden público impulsadas por los estados democráticos, que en la práctica supone un constante recorte en materia de libertades, ya sea de expresión, reunión o manifestación, así como una permanente criminalización de los movimientos populares y sociales. Se intensifica el tratamiento represivo de aquellas formas de participación política que escapan a los canales institucionales.

Estas medidas se concretan en multitud de sanciones gubernativas por ejercer los derechos políticos de manifestación o expresión, así como una inmensa relación de personas detenidas, heridas o apaleadas, en las manifestaciones y acciones desarrolladas en los últimos meses por los movimientos sociales y populares en Madrid.

También son de destacar las campañas de criminalización que se lanzan desde el poder político y policial, muy bien orquestadas desde la prensa, contra los movimientos sociales, ya sea el de okupación, el antiglobalización, la prensa alternativa, etc... que tratan de desprestigiar cualquier colectivo o movimiento, mediante la etiqueta de " violento ", que machaconamente repiten los medios de comunicación.

Goteborg, donde por primera vez se permitió el uso de armas de fuego para reprimir las manifestaciones antiglobalización, supuso un punto de inflexión y la demostración de que la represión iba en aumento. Además vimos la coincidencia de los gobernantes europeos –con Aznar a la cabeza- a la hora de justificar y "comprender" las medidas represivas tomadas por el gobierno sueco.

Barcelona, durante las actividades contra el BM, en la que infiltrados de la policía alentaron y promovieron disturbios, para justificar la brutal carga policial contra quienes nos manifestábamos pacíficamente en la Plaza de Catalunya; una operación que se realizo ante numerosos testigos y medios de comunicación, con la prepotencia que da la sensación de impunidad, y que no ha supuesto ningún tipo de responsabilidad política o judicial para los responsables, y por el contrario han recibido el pleno respaldo de la Delegada del Gobierno, García Valdecasas, de Aznar y del Ministerio de Interior.

Y por último, de momento, la salvajada de Génova, donde la represión alcanzó unos niveles desconocidos hasta ahora en la "democrática" Europa, con el asesinato a sangre fría del joven manifestante Carlo Giuliani, detenciones masivas, malos tratos y torturas generalizados, desaparición de detenid@s, deportaciones... Estos hechos y las declaraciones de Aznar (amigo, como él se encarga de repetir, del racista y fascista Berlusconi), equiparando las movilizaciones antiglobalización con el terrorismo, o "alertando" de una supuesta connivencia con grupos terroristas para boicotear la presidencia española de la UE, nos hace temer que la represión va a aumentar en las próximas fechas y nos hace ver que hay un plan coordinado por los gobiernos y las instituciones económicas para criminalizar y reprimir a los movimientos sociales contestatarios.

Bajo la excusa de la lucha contra el terrorismo, el estado español y la UE –por lo que nos afectan- pretenden criminalizar cualquier forma de oposición política a sus planes neoliberales. Una vez lograda esa criminalización, habiendo silenciado y neutralizado cualquier cuestionamiento del injusto sistema actual, pasar a una segunda etapa de aniquilamiento mediante la represión de cualquier forma de disidencia. La actual campaña de acoso al movimiento de okupación es el laboratorio donde están probando esta estrategia para con posterioridad, una vez ensayada y perfeccionada, aplicarla a otros movimientos sociales, comenzando por la antiglobalización, su verdadera bestia negra. Casos que hemos conocido recientemente, como el de Eduardo García en Madrid –preso desde hace un año en una trama judicial-policial-mediatica oscura y turbia- y el de Laura Riera en Terrassa –presa desde agosto en una situación muy similar- nos sacuden en nuestra conciencia y nos exigen que tomemos partido y que denunciemos estas maniobras.

La fecha del 11 de septiembre no nos iba a dejar al margen. Los brutales atentados de EE.UU en los que murieron varios miles de civiles inocentes –por otra parte tan inocentes como los que mueren a diario en Palestina, Irak, Chiapas... en otras guerras y conflictos alentados por el mismo gobierno que ahora se rasga las vestiduras ante el dolor propio mientras ignora el ajeno- abren un nuevo contexto mundial marcado por la guerra entre las potencias occidentales y un difuso enemigo que se denomina "terrorismo". Una guerra, que como se ha encargado de repetir Bush en todas sus belicosas arengas mientras es jaleado por el resto de gobernantes occidentales, no va a ser una guerra convencional y en la que va a valer todo para ganarla. Incluido la vulneración de los derechos humanos y las acciones militares contra civiles inocentes, se supone.

Tras estos atentados, una de las primeras consecuencias que ya estamos viendo es el endurecimiento de todas las medidas destinadas a garantizar la "seguridad". Evitando en todo momento analizar cuales son las causas y orígenes que generan las situaciones de injusticia y opresión que alientan estas sinrazones, y en su lugar aumentando las medidas de control social-policiaco de la población. Bajo el pretexto de mantener la Seguridad (con mayúscula) se avanza en legitimar la vulneración de los más esenciales derechos. La guerra no es sólo contra el pueblo afgano o contra los talibanes, o contra cualquier otro enemigo designado. Los gobiernos de los EE.UU y sus aliados libran también otra batalla: el control de sus propios pueblos. Ya están en marcha medidas para aprobar en distintos países "legislaciones antiterroristas" que permitan ampliar las intervenciones telefónicas o el control de las comunicaciones por Internet. Además se van a endurecer y ampliar las facultades para la detención y deportación de inmigrantes (que ya están presentes en la Ley de Extranjería) y facilitar los allanamientos y detenciones sin orden judicial.

Por todos estos motivos decimos que denunciar y combatir esta estrategia de criminalización desatada por los gobiernos "democráticos" es una necesidad de los movimientos sociales. Que es necesario movilizarnos por la libertad y por el derecho a disentir, a luchar por ese otro mundo que creemos posible. Si hoy no paramos los planes de criminalización de la disidencia social que han puesto en pie los poderosos, mañana puede pasar como decía B. Brech en ese poema que todas y todos hemos tenido alguna vez colgado en la pared "...ahora vienen a por mí, pero ya es demasiado tarde."

CONTRA LA CRIMINALIZACIÓN DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

LIBERTAD LAURA RIERA, EDU GARCÍA Y DEMÁS PRESOS